No me vendas que he de acostumbrarme a tu ausencia
Véndeme si quieres tu estrella
Tus buenas noches de septiembre, esa mirada
Véndeme una caricia, véndeme un verso;
pídeme lo que quieras
o dime que este silencio vale lo que el universo.
Véndeme tus labios para que crucen conmigo este océano
Véndeme tu risa, equipaje de mano en este viaje:
véndeme tus manos, que yo vendo las mías.
Véndeme todo lo que no esté a mi alcance,
véndeme el infinito y también lo prohibido,
Véndeme un no, véndeme un nunca más,
véndeme tu ira, véndeme ser esquiva.
Véndeme tus rutinas, véndeme tus desgarros,
véndeme tus sonrisas, véndeme tus poesías.
Véndeme tus abriles, véndeme los otoños.
No me vendas la luna (constelaciones no busco más allá de tu risa)
Véndeme lo que quieras, véndeme lo contrario
Quiéreme como el verso, que es pequeño y exacto.
Quiéreme como el cielo, que es inmenso e incierto.
Quiéreme con los años, implacables y austeros.
Quiéreme que estos sueños se facturan a peso.
Véndeme a granel el universo… ponle precio
Pero no me vendas tu ausencia,
no me vendas balances ni jugadas sin premio.
No me vendas un truco, no me vendas fantasmas,
He aprendido a esquivar los golpes, a que duelan las piernas
mientras tus puños golpean secamente el vacío…
Aunque hay una cosa que por mucho que quiera
ya no compro ni pido… y está fuera del verso
Se mantiene con hilos de la tela de araña… donde nadie llega.
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