XVI

1:10 / Publicado por Inés /

Tasaciones

Sólo tengo puñados de sueños que ofrecerte

y una sonrisa perenne para tus ojos.

No es muy valioso.

En las subastas jueces sin sexo

miden con euros trozos de muertos.

¿Qué hacía mientras aún no te conocía?

Tú hacías tu vida.

Eras estrella.

Yo fui cometa,

antes fui niña

que soñaba con galopar el mundo

sobre un tigre de Bengala color naranja.

Luego fui Julio Verne por mucho tiempo.

Fui lo de siempre:

joven promesa,

todos prometieron no prometer nada.

Más tarde vine a vivir

a este subterráneo

que es Madrid.

Te quise tanto.

Amé tu cuerpo,

besé tus labios,

lamí tus pechos,

me hundí en tu sexo.

Sin conocerte tenía tu pálpito metido dentro.

Este amor iba en serio.

Yo ya fui barco.

Fui muy feliz adivinando puertos.

No me cansé, el mar fue siempre parte de mí.

y yo no miento.

A veces pierdo el tiempo siendo feliz.

El resto del tiempo tengo miedo de que te mueras.

Otras veces todo suena a chino.

Hasta "te quiero" suena a otra cosa

que no es quererse, que no es quererte.

Y que, por tanto, no me sirve cuando de amarte, amor, se trate.

Cierro los párpados y ya te noto,

besas la pátina de amaneceres no compartidos

y me acaricias sobre los pómulos.

Tocas con gracia, célula a célula, sin darte cuenta:

vas arrastrando contigo tequieros

(si sigues exfoliándome a caricias tendremos un problema).

Tendré que reparar esos tequiero:

sobre unas alas un cargamento entero

que llegue a puerto, y que nos dure lo que dura el viento.

O que nos dure lo que el Universo.

Y si se acaba el Universo antes, sin avisar,

habrá que subastar (jueces sin sexo)

caricias sin final, besos eternos,

dos cuerpos encajados, algún silencio.

Yo no sé cómo se tasa el Universo.

Fuera del amor, fuera de tu cuerpo,

tengo un horario de oficina estricto.

Es imposible tasar con precisión lo que yo siento.

Este horario de oficina no admite versos.

0 Comentarios:

Publicar un comentario