ACORDARSE DE VIVIR
Al dar el pistoletazo de salida
en contra de la Medicina
me acordé de vivir.
Cuando me rompí los huesos
y me los volví a romper
cuando conocí mis límites y lloré
o se cerraron las puertas de los sueños
me acordé de vivir.
Cuando me vacié de todo
y la vida era únicamente
el pasar lento del tiempo
me acordé de vivir.
Cuando todo eso ocurría
emprendía cada vez el mismo camino
y siempre funcionó.
Y ahora que mi barrio es habitado
por niñas con la cara del diablo,
en la calle Pandora espera siempre un verso
y una lágrima cierta nublando mi carrera.
Me acordé de vivir, eso es todo.
A veces necesario y, otras veces,
cuando inhalo con la fuerza de los días
y me como los suspiros y los años,
es la duda reflejada en tu retina.
Acordarse de vivir no sólo vale
en el último estertor del desencuentro.
Acordarse de vivir es matar niñas
con la cara del demonio en las aceras.
Acordarse de vivir es un oficio:
acordarse de vivir la vida entera.
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